Este tranquilo paseo por el macizo de Sant Llorenç del Munt i l’Obac nos permite descubrir el pasado vitícola de Rellinars a partir del patrimonio arquitectónico y paisajístico que las anteriores generaciones nos han dejado.
RECORRIDO
La excursión empieza en el aparcamiento que encontramos en la iglesia de Sant Pere y Sant Fermí. Tomamos la pista asfaltada que sale del aparcamiento y que baja a la izquierda hacia el torrente de la Font d’en Sala, que cruzamos.
Pasamos cerca del mas de les Ferreres, donde destaca la capilla consagrada a Sant Felip Neri. En su interior se guardan trece pinturas murales donde se representan varias escenas de la guerra de la independencia. Pasada la masía, la pista asfaltada baja hasta cruzar el torrente del Esbarzer, donde tomamos la pista que nace a mano derecha.
A lo largo del itinerario seguiremos los hitos marcados en color violeta y que nos indicarán también la situación de los varios elementos arquitectónicos que podremos visitar. La pista pasa cerca de la fuente del Esbarzer, seca en épocas de sequía, y cruza el torrente en varias ocasiones. A mano derecha, sobre un cerro, se levanta el bonito mas del Gibert de Dalt. Un hito nos indica la proximidad de la primera barraca de piedra seca, la barraca de Pere Baqué. Para verla tenemos que tomar el sendero que sube a la izquierda del camino y sigue un torrente hasta su cabecera, donde se descubren antiguos bancales de viñas.
Entre los árboles aparece la primera de las tres barracas que hay en este lugar. El aumento de la demanda de vino obligó a los campesinos a ocupar terrenos cada vez más marginales, empinados y de suelos magros. En este sentido, las paredes de roca permitían reutilizar las piedras extraídas del terreno para nivelar y drenar el bancal evitando el arrastre de suelo aguas abajo. Las barracas eran imprescindibles puesto que los nuevos campos de viña estaban cada vez más alejados del pueblo y las tareas relacionadas con este cultivo requerían una atención constante: arar o cavar varias veces al año, podar la cepa, azufrar, vendimiar, etc.
Las barracas eran almacenes imprescindibles donde guardar las herramientas y refugios para compensar el rigor estival o los temporales. Volvemos a la pista y seguimos remontando el torrente hasta otro hito que nos indica la existencia de otra barraca de piedra seca, la barraca de Ramon del Gibert de Baix, a la que accedemos bajando un poco hacia el torrente por el sendero de la derecha. Podemos observar, a pesar de la austeridad de estas construcciones, su complejidad técnica, que utilizan la piedra sin trabajar y sin ningún elemento de unión.
Continuamos ascendiendo por la pista y podemos ver otra barraca, circular, elevada delante nuestro. A la altura de la barraca la pista se bifurca. Tomamos la de la derecha y cruzamos el torrente de la Font del Bosc. La pista remonta paralela al torrente de Casajoana. Al margen izquierdo del camino veremos varios restos de muros y barracas, así como las ruinas del Casot, una construcción de pasado misterioso.
Un cruce nos permite acercarnos, un poco más arriba, a la fuente del Càntir, que se encuentra en el interior de una profunda gruta. Un cántaro enganchado boca abajo al techo de la gruta permite aprovechar el agua que se infiltra por una grieta. Deshacemos el camino que nos ha llevado a la fuente y volvemos a la pista que sube hacia el mas de Casajoana y que nos permite ver, a ambos lados del camino, más barracas de piedra seca. Hay que destacar una, la barraca rectangular de Casajoana, a la derecha, de planta cuadrada, en perfecto estado de conservación y la más grande de las que hemos visitado. Continuamos hasta el mas de Casajoana, con maravillosas vistas sobre el macizo de Montserrat. Desde aquí la pista baja hasta el aparcamiento de la iglesia de Sant Pere y Sant Fermí.
NO OS PERDÁIS…
Iglesia de Sant Pere i Sant Fermí: iglesia del siglo X. Una de las pocas iglesias vallesanas que permite observar in situ la evolución arquitectónica con técnicas de construcción diferentes.
La fuente del Càntir: la fuente se encuentra en el interior de una gruta bastante profunda modelada por los agentes erosivos a lo largo de miles de años. Fijaros en los restos de los muros también de «piedra seca» a la derecha de la entrada. Estas cavidades fueron aprovechadas durante la edad mediana para construir con facilidad (sólo había que obrar un muro) habitáculos diversos: corrales, refugios, masías, etc. De esta gruta no sabemos nada con certeza, pero teniendo en cuenta su altura y la precariedad de los muros, es verosímil pensar que fue, en otro tiempo, un corral o un refugio vinculado a la masía de Casajoana.
La barraca d’en Pere Baqué: este conjunto de construcciones está relacionado con el cultivo de la viña que en los siglos XVIII y XIX se extendió por las tierras llanas de Rellinars. Las barracas funcionaban como almacenes para guardar las herramientas y refugios para compensar el rigor estival, los temporales o para hacer un bocado durante las largas jornadas. Las condiciones térmicas y las chimeneas de muchas barracas nos lo confirman.
La barraca rectangular de Casajoana: esta barraca es la más grande y alta de las que hemos visitado y se encuentra en un perfecto estado de conservación, en parte debido a recientes trabajos de restauración. En el interior cuenta con una chimenea y unas estanterías. Aun así, lo más destacable es la dificultad constructiva que supone enlazar su planta cuadrada con la forma circular de la bóveda que la cierra. Esto se conseguía con el uso de conchas, piedras colocadas en los ángulos de forma diagonal de forma que se van limando los ángulos de la planta cuadrangular.
El Casot: estas misteriosas ruinas construidas también siguiendo la técnica de la piedra seca son más antiguas que las barracas. El origen y función de esta construcción es un misterio de difícil solución, puesto que no contamos con ningún documento que nos hable al respecto y, probablemente, formaban parte de una construcción más grande. Aun así, su estructura, con cinco niveles de muros circulares de más de un metro de anchura, puede pertenecer a una antigua torre de vigía. Popularmente, se dice también que correspondía a un convento regido por el monasterio de Pedralbes con funciones penitenciarias para reinas viudas y monjas, recluidas en la paz del lugar. En cualquier caso, parece que sólo podremos conocer estos restos mediante excavaciones arqueológicas. A la misma altura del Casot, pero unos metros más a la derecha, observamos dos barracas adosadas de planta rectangular.
La barraca d’en Ramon del Gibert de Baix: las barracas de viña son el exponente más popular de una antigua técnica edificatòria, la piedra seca, que utiliza como material básico y casi exclusivo la piedra sin trabajar y sin ningún elemento de unión. El aspecto austero de estas pequeñas edificaciones (una planta circular o rectangular) esconde una complejidad técnica considerable que podemos analizar observándolas tanto desde el exterior como desde el interior. El muro se construye a partir de hiladas de piedras rectangulares escogidas entre las del mismo entorno. La inestabilidad derivada de las irregularidades de las piedras se resuelve mediante pequeñas piedras angulosas colocadas a presión que, haciendo de cuña, compactan todo el conjunto. La cúpula es el elemento más complejo y determina la anchura del muro que lo tiene que soportar. Se construye de forma similar al muro, pero en este caso las hiladas de piedra se disponen de forma que salgan hacia el interior para cerrar el conjunto. La ligera inclinación de las hiladas hacia el exterior y la cornisa permiten repeler el agua. Finalmente, la bóveda se cubría de tierra para mejorar la impermeabilización. Existen varias soluciones técnicas para la apertura del portal, pero la mayor parte se resuelven a partir de un dintel de losa. En muchos casos, la barraca cuenta con algunas estanterías en el interior y con una pequeña apertura para mirar al exterior. En definitiva, esta técnica se basa en un juego de equilibrios entre las presiones de las piedras, con un resultado extraordinario que ha llegado hasta nuestros días.
El mas de les Ferreres: los elementos más destacables de este mas, edificado ya en el siglo XI y restaurado en épocas posteriores, son la capilla consagrada a San Felip Neri (santo de fuerte devoción en Rellinars) canonizada en 1622, y las pinturas murales que todavía se guardan. Estos frescos, trece en total, representan varias escenas de la guerra de la Independencia. Fueron realizados en 1811 por un fraile cartujano que escapó de la casa de campo del convento de Montalegre y fue acogido en esta masía. Parece que el número de frescos realizados era mayor, pero buena parte de los originales fueron malogrados por las tropas francesas cuando, de camino a Manresa, pasaron por Rellinars. Finalmente, en la masía también se guarda un gran cuadro de Sant Felip Neri que, antiguamente, adornaba el altar de la capilla.
SUGERENCIAS
La fuente del Càntir tiene una zona apta para juegos y pícnic.
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